viernes, 12 de octubre de 2007

Mis añorados cuernos

Hola estimados amigos, me he animado a escribirles para contarles del tipo de relación que iniciamos mi esposa y yo. La historia es completamente real, y espero que sea de su agrado.

Yo tengo 45 años y mi esposa Astrid 42, tenemos veinte años de casados, con dos hijos, y en general hemos llevado un buen matrimonio.

Descubrí lo hermoso que es que me pongan cuernos hace solo unos cinco años. Nuestra vida sexual había sido relativamente normal, aunque tengo que reconocerlo, no soy el mejor de los amantes, y la naturaleza no me dio los mejores atributos para un mejor desempeño y en tal sentido pertenezco al grupo de los que escasamente alcanzamos el promedio.



Por otro lado Astrid es mucho más fogosa y requiere de mucha más actividad de la que yo le puedo brindar. Astrid se mantiene en forma y aunque bajita, tiene unas buenas piernas, unos senos todavía firmes, es bonita y se arregla bastante bien.

A mí me empezó poco a poco el morbo por ver a Astrid con otros hombres, y especialmente cuando empecé a preguntarle por sus experiencias con otros hombres antes de casarnos. La verdad a mí siempre me excitaba cuando Astrid me contaba de los novios que había tenido y como los había besado o acariciado, aunque siempre me dice que yo fui el primero en penetrarla.



Cuando hacíamos el amor le pedía que me hablara de sus exnovios, de cómo se habían besado, de cómo la habían acariciado, y yo me excitaba muchísimo y notaba que Astrid también lo disfrutaba. Siempre me preguntaba que si no me daban celos, y yo le decía que no, y que por el contrario disfrutaba mucho saber que otros hombres habían acariciado su cuerpo.

Hace unos cinco años, me empezaron a interesar muchísimo las historias de cornudos, y le empecé a llevar estas historias a Astrid y se las leía antes de hacer el amor, y le decía que a mi me encantaría verla con otros hombres y que me hiciera un cornudo feliz, que yo sería su cómplice y que contaría con todo mi apoyo.



Ella al comienzo decía que yo estaba loco, pero las historias la calentaban mucho. Una de esas veces le pregunté con quien le gustaría y me comentó que siempre le había gustado mucho Julio Cesar su ginecólogo, y que siempre que iba a consulta la trataba con mucho cariño.



De ahí en adelante cuando hacíamos el amor le pedía que se imaginara que estaba con Julio Cesar y mencionara su nombre como si fuera él con quien estaba en ese momento.

Así pasaron un par de años, sin avanzar en nada, hasta que un día me comentó que había ido a su examen rutinario con el ginecólogo y que esta vez cuando le hacía el examen, él le había movido los dedos en su coño de una manera muy especial, y que la había hecho llegar a unos fabulosos orgasmos y que notaba como su ginecólogo se excitaba y que creía que a propósito le hacía el examen de tal forma.



Me contó que era joven, de unos 30 años, muy guapo y que siempre se saludaban y se despedían de beso en la mejilla, pero que esta última vez casi había sido en la boca y con un prolongado abrazo muy cariñoso.

A mí esto me puso dichoso y le dije que esa era la oportunidad que tanto estábamos esperando, y que no la desaprovecháramos, que entendiera que esa era una manera especial de amarnos y que así me haría el cornudo más feliz del mundo.

Astrid estaba excitadísima con la posibilidad de follar con su ginecólogo, así que yo le ayudé a planear la estrategia. Le dije que saliéramos y compráramos una ropa interior bien sexy con ligueros muy sensuales, para que los usara en su próxima cita. Compramos un juego de sujetador, tanga, ligueros y medias todo con encajes muy sensuales y provocativos, también unos zapatos de tacones de punta bien altos.

Como tenía que volver en dos días, para llevarle los resultados de unos exámenes, planeamos que Ella le diría que había sentido algunas molestias y que necesitaba que la revisara nuevamente, y que cuando le pidiera que se desnudara, ella se quedaría en su ropa interior nueva con sus ligueros y tacones para que de esta forma Julio Cesar entendiera la invitación.

La noche anterior a la cita le ayudé a rasurarse el coño de una manera muy coqueta y al día siguiente yo mismo la llevé al salón de belleza, para que se pusiera bien linda para su ginecólogo, y la ayudé a ponerse su ropa bien sensual y le besé su clítoris un buen rato pero sin penetrarla, para mandarla bien caliente a la cita.



Yo la llevé al consultorio y acordamos que yo entraría antes y esperaría en la sala de espera como si estuviera esperando cita para otro de los muchos doctores que allí trabajan.

A la hora de la cita llegó Astrid, muy hermosa y sensual, yo ardía de excitación y no hacía más que pensar en que en pocos momentos por fin mi fantasía se podría realizar. Por fin la recepcionista llamó a Astrid y ví como entraba al consultorio, traté de ver al ginecólogo pero no lo alcancé a ver.



Pasaron aproximadamente 30 minutos en los cuales yo estaba loco de placer imaginando como en esos momentos Julio Cesar se estaría jodiendo a mi putita aprendiz.



Salió Astrid y me miró de reojo con una mirada pícara y salió del consultorio como si no nos conociéramos, yo inmediatamente salí detrás de ella y subimos al ascensor en compañía de otra personas, mientras estábamos en el ascensor Astrid continuaba con su mirada pícara, yo estaba ansioso que me contara como habían salido las cosas.



Llegamos al sótano del parking y entramos en el coche, Astrid sin decir nada me empezó a dar un enorme beso apasionado. Mientras me daba el beso juntando nuestras lenguas, pude percibir el sabor del semen en su boca, cosa que me encendió de excitación.

Lo primero que Astrid me dijo fue: Ya puedes estar feliz, ¡ya eres un cornudo!. Yo le agradecí mucho y le decía lo feliz que me hacía y que contara con todo mi apoyo, pero que quería que relatara todos los detalles de cómo habían sucedido las cosas. Astrid me dijo que me contaría todo pero que fuéramos a casa donde me contaría todo haciendo el amor.

Me apresuré en llegar al apartamento ya que quería conocer todo al detalle, cuando llegamos me desnudé y Astrid se dejó toda su ropa interior, sus ligueros y medias que acababa de lucir para Julio Cesar. Me pidió que me acostara boca arriba y que ella me montaría y me contaría todo.



Yo tenía mi verga completamente empinada y Astrid estaba completamente húmeda de tal forma que sin ninguna dificultad introdujo mi pene en su empapado chocho y permaneció así durante todo el relato sin mayores movimientos cosa que me pareció muy bien porque dada mi excitación habría explotado muy rápidamente.

Astrid comenzó así el relato de mis primeros cuernos. Les confieso que durante este relato que escuché con máxima atención y sin interrumpirla prácticamente para nada, me derramé dos veces con solo escuchar lo que tanto había añorado.

-Ahora mi lindo cornudito te voy a contar los detalles – empezó diciendo Astrid.

-Si amor, por favor cuéntame todo al máximo detalle.

-Cuando entré al consultorio Julio Cesar se puso de pie y me recibió con un coqueto y cariñoso abrazo y con nuestro acostumbrado beso, que esta vez forcé a que fuera prácticamente en los labios.

-Hola chinita (así le dice de forma cariñosa y a Astrid le encanta) que gusto volver a verte.

-Hola Julio Cesar el gusto es mío, porque he estado pensando mucho en tí.

Él se ruborizó, y entre sorprendido y complacido me dijo:

-Y eso porqué chinita?.

-Es que la última vez que me revisaste no te comenté de un problema que he tenido, pero que me dio vergüenza comentarte.

-Astrid, nos conocemos desde hace tiempo, y entre una paciente y su ginecólogo no deben haber secretos.

-Sí, Julio Cesar, por eso creo necesario que hoy me hagas examen especial.

-Claro chinita, pero cuéntame de qué se trata. – respondió con cierta sonrisa y sorpresa.

-Desde hace varios meses he tenido problemas de lubricación y cuando voy a hacer el amor con mi esposo tenemos problemas debido a mi resequedad y no logramos estar bien, hasta el punto que él ya casi no me toca., pero en el último examen que me hiciste, mientras me examinabas moviste tus dedos de cierta manera que me hizo lubricar muy rápidamente y prácticamente desde el momento que comenzaste empecé a humedecerme abundantemente, y he pensado que si me puedes enseñar estos movimientos, pueda así superar este problema.

Mis palabras lo excitaron inmediatamente y noté como su cara empezó a ponerse roja. Se notaba que Julio Cesar no entendía si aquello se trataba de una seducción o de una consulta de una paciente insatisfecha de los favores de su esposo, pero trató de mantener su postura profesional y entre nervioso y excitado me dijo:

-Mira Astrid ese es un problema normal, que tiene varias soluciones, y entre ellas está precisamente la estimulación antes de la penetración, si tú consideras que para tí es la solución, te puedo mostrar como lograr estimularte. Desnúdate en el cuarto de al lado, ponte la bata, y pasa a la camilla.

De acuerdo a nuestro plan, me quedé en ropa interior, mis ligueros y medias y me dejé los zapatos de tacón. Esperé de pie, y en voz más alta le dije:



–Ya estoy lista Julio Cesar.

Cuando me vio su sorpresa fue mayúscula y se puso completamente nervioso y confundido, y lo único que atinó a decir fue:

-Oh Dios Mío.

-Gracias, espero que no te moleste que me haya dejado esta ropa pero es que tengo un poco de frío.

Entre atolondrado y excitado me dijo:



-No te preocupes, yo también tengo un poco de frío, recuéstate para examinarte.

Muy lenta y sensualmente me recosté en la camilla boca arriba con las piernas dobladas y abiertas. Estaba completamente empapada y observaba como Julio Cesar me miraba con profunda excitación y noté como sus manos le temblaban.

-Bueno chinita, para estimularte puedes empezar con movimientos suaves que ayudaran a que te vayas lubricando, -me dijo con su rostro rojo de excitación y lujuria.

-Muéstrame cómo por favor Julio Cesar.-Le dije poniendo mi mano sobre la suya, de tal forma que mis dedos quedaron justamente encima de los suyos y llevándole su mano directo hacia mi coño.

Él desplazó mi tanga y empezó sus movimientos y mis dedos acompañando a los suyos.

-Ves julio cesar como me logras lubricar inmediatamente- Le decía mientras enloquecía con su mano y la mía moviéndose alrededor de mi coño, y tan solo con sus primeras caricias llegué a mi primer orgasmo y mientras tanto notaba su erección debajo de su pantalón.



Cuando él vio que yo estaba llegando, con timidez intentó acercarse para besarme, cosa que yo aproveché inmediatamente para besarlo en la boca, dándonos en beso totalmente desenfrenado.

Yo mandé mi mano a su pantalón, buscando bajar su cremallera, pero con el desenfreno terminé desabotonando y bajando sus pantalones dejándolo en pantaloncillos, con su verga totalmente empalmada, con ganas de explotar pero sin que todavía mis ojos tuvieran la dicha de conocerla.

Con voz nerviosa y excitada Julio Cesar decía:



-No, no Astrid no podemos, por Dios yo soy un profesional y tú mi paciente, tu que vas a pensar, no no podemos por favor chinita no no.

Yo no le prestaba atención y continué empeñada en mi tarea, y pude meter mi mano por dentro de sus pantaloncillos. Al coger su verga aún sin verla la encontré totalmente tiesa y de inmediato supe que era muy superior a la de mi cornudo. Cuando al fin pude verla confirmé que era por lo menos el doble de grande y gruesa que la de mi cornudito.

-No Astrid, paremos por favor no tu que vas a pensar, yo soy un profesional.

-No te preocupes Julio Cesar, los dos somos adultos responsables, ven siéntate aquí en la camilla que quiero disfrutarte.

Yo de pie, agachada, y el sentado en la camilla comencé mi tarea, empecé lamiendo su hermosa verga primero la cabeza, deslizando mi lengua hasta sus bolas y luego vuelta arriba, yo enloquecía de placer teniendo para mi semejante cosota que pensaba que solo existía en las películas de sexo. Luego empecé a introducirla en mi boca. No podía casi hacerla caber y acostumbrada a la de mi cornudito, me costaba hacerla caber, y solo lograba introducir la mitad de esa hermosura

-No Astrid no podemos- continuaba diciendo Julio Cesar, pero ahora sin evitar en lo mas mínimo que continuara mi faena y ahora colocando sus manos sobre mi cabeza, empujándome para que entrara su verga más adentro en mi garganta.

Duré como diez minutos así tratando de comérmela hasta donde más pudiera, no se cuantos orgasmos tuve pero quería que nunca acabara aquel hermoso caramelo que como niña con nuevo juguete ahora tenía a mi disposición.

-Oh Dios Astrid, no más me voy a Venir, Oh Dios, Oh Dios Oh dios, y empujando mi cabeza al máximo para que su verga entrara en mi garganta, empecé a sentir sus convulsiones y su leche inundar mi boca y mi garganta. Estuve a punto de ahogarme, la mayoría de su semen lo tragué pero mucho quedó escurriendo por su su larga verga hasta llegar a sus pelotas.

-Por Dios Astrid qué hemos hecho, tú que vas a pensar de mi, continuaba diciendo extenuado y sin evitar que yo continuara lamiendo su verga y recogiendo la preciosa leche que no pude tragar en su corrida.

Ya con su verga limpia, subí a sus labios, le di un tierno beso mientras le decía:



-No tienes porqué preocuparte o sentirte mal Julio Cesar, los dos somos adultos y profesionales y sabemos que estas cosas pasan. Él no decía nada pero empezó a ponerse sus pantalones y se retiró al cuarto de recibo de los pacientes.

Yo me vestí y me arreglé, ya que había quedado completamente despeinada y mi labial se había quedado en su preciosa verga, pase al cuarto de recibo y él estaba de pie, sin decir nada nos abrazamos y besamos ya no apasionadamente, sino más bien de forma romántica.

-Ay... Astrid, espero que no te lleves una idea equivocada o que pienses que hago esto con todas mis pacientes -me decía preocupado por su reputación profesional como si yo fuera a salir a contarle a todo el mundo.

-No te preocupes cariño, yo te estimo mucho y me vuelves loca.

-Tu también me gustas mucho Astrid y espero que sigamos siendo buenos amigos.

-Claro tontito, cuando tengas tiempo llámame, tu tienes mis teléfonos.



Nos dimos un último beso y nos despedimos. Cuando salí noté la excitación de mi cornudo.



En el coche cuando te besé debiste sentir el sabor de su semen que acababa de tragar sin desperdiciar ni una gota.

Cuando Astrid terminó su relato yo ya estaba de nuevo a mil y Astrid continuaba sentada encima mío con mi verga completamente dentro de su coño.

-¿Estás satisfecho, cornudito?.

-¡Sí, mi amada esposa!, aunque me hubiera gustado que te hubiera jodido en condiciones.

En esos momentos sonó el teléfono y Astrid sentada encima de mí contestó. Era Julio Cesar.

-Hola, ¡qué gusto oírte!.

-Yo estoy bien y tú?.

Yo no podía de la excitación, mi esposa hablando con su amante mientras estaba sentada encima de mí comiéndose mi verga.

-No seas tontito tu sabes que esto será un secreto entre los dos. Por supuesto que seguiremos siendo amigos y tu nunca dejarás de ser mi ginecólogo.

-La próxima semana, si claro, tú ya la reservaste?.

-Hasta entonces. Yo también te quiero.

Julio Cesar acababa de reservarle a Astrid una cita con su ginecólogo, pero esta vez de mayor duración. Yo no cabía de la dicha y ya ansiaba que llegara la nueva cita para que esta vez Julio Cesar recorriera todos los huequitos de mi esposa con su hermosa verga y para que a mí se me fueran agrandando mis añorados cuernos.

Astrid y yo vivimos en Bogotá, Colombia. Agradecería a todos aquellos cornudos o matrimonios que tengan este mismo tipo de relación, que me escriban y compartan conmigo experiencias y consejos. Aquellos que no compartan este tipo de vida, les pido respeto y comprensión a nuestro estilo de vida.

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